Paisajes culturales de la Dieta Mediterránea

Los paisajes mediterráneos son esculturas de trabajo humano realizado a lo largo de milenios. Son un patrimonio de gran valor histórico, pero también económico, asociado a las producciones agrícolas y a la atracción lúdico-turística. 
 
Los paisajes culturales, según la definición de la UNESCO,  son “obras conjugadas del hombre y de la naturaleza“. En la Convención de 1972 esta institución explicita que “los paisajes culturales ilustran la evolución de las sociedades y de los establecimientos humanos a lo largo de los tiempos”.
 
La irregularidad de las lluvias que siempre ha caracterizado el clima de la región mediterránea obligó a las comunidades humanas a desarrollar, desde el inicio, sistemas de almacenamiento, conductos para irrigación de suelos y muchas construcciones hidráulicas tanto en las zonas de montaña como en el litoral.
 
Las “cañadas,” caminos de la trashumancia estacional de los rebaños, los viñedos en terrazas, los extensos olivares y huertos, las dehesas y sembrados, son elementos que marcan la riqueza y la diversidad del paisaje portugués.
 
La división de la propiedad, con un sistema de minifundio al norte del Tajo y un sistema de latifundio al sur,  fue determinada por las diferentes características del relevo y de los suelos. En función de estas características, diferentes a norte y a sur,  surgieron distintos tipos de poblamientos y de tipologías constructivas. La “casa del sur” posee también un enorme valor cultural y paisajístico. 
 
La protección legal y la valorización de itinerarios productivos de la “dieta mediterránea” permiten mantener y potenciar los paisajes culturales como recurso económico y de atracción turística, al mismo tiempo que se protege la biodiversidad, la riqueza de la variedad alimentaria y de la gastronomía portuguesa.
 
En Portugal han sido clasificados como Patrimonio Mundial el paisaje cultural de Sintra (1995), el Alto Duero Vitícola (2001) y el Paisaje da Cultura de la Viña en la Isla de Pico en las Azores (2004).